Sus dueños son Héctor y Elena, ambos vecinos de la localidad. "Es un hogar para nosotros”, expresaron en diálogo con De Brown. Conocé la conmovedora historia.
*Hector, de 73 años, y Elena, de 81, posan junto al carrusel.
Son las 18 en Glew. Como todas las tardes, Héctor abre las puertas, baja la palanca y deja que el carrousel “Rayito de Sol” empiece a andar. Segundos más tarde, su magia hace efecto. Sus coloridos dibujos y música alegre captan la atención de los niños del lugar. Junto a su esposa Elena y su nieta Nicole, empiezan a repartir los boletos al público para que vivan esta experiencia.
La historia de esta calesita en el distrito data de 1984 cuando la pareja decidió comprarla e instalarla en la plaza Madre, ubicada frente a la estación ferroviaria. Es que ellos viven a unas pocas cuadras de allí.
“La instalé pensando que en mi niñez fui a la calesita y que me gustó tanto. Cuando yo entraba ahí, al traspasar la puerta, sentía un perfume agradable que nunca pude descifrar qué clase era. Hasta el día de hoy me pasa los mismo acá”, contó la browniana en diálogo con www.deBrown.com.ar.
Cuando abrió por primera vez sus puertas, cientos de niños asistieron. Desde ese momento se convirtió no sólo en un espacio de recreación, sino también de charla y contención. Es que muchos pequeños se acercaban a la boletería para contarles sus problemas a sus dueños.
“Una calesita no es sólo la música y la diversión de los chicos sino historia de vida de ellos. Por qué vienen a la calesita, por qué sienten ese cariño. Acá todos trabajamos con mucho amor y cariño a los chicos y pienso que muchos lo precisan y lo sienten”, expresó.
Ese sentimiento se ve reflejado a diario en el carrusel. Sus gestos van desde acudir ante el llanto de un niño para intentar tranquilizarlo hasta regalar boletos a aquellos que no pueden costearlos.
“Esto es una cuestión artística. El ser humano que atiende a la calesita es muy diferente a casi todos los demás. Acá los chicos tienen que venir a dar vuelta con plata o sin plata. No se le puede negar a un chiquito una vuelta, resaltó Héctor en diálogo con www.deBrown.com.ar.
Se encuentra adornado por personajes de Walt Disney y Manuel García Ferré. Funciona siempre de 18 a 21. Desde septiembre a marzo abre todos los días, excepto los domingos; mientras que el resto del año lo hace de jueves a sábados.
Por un módico precio de $20, los pequeños pueden elegir desde dar una vuelta a bordo desde una moto, caballo, helicóptero o un coche hasta un elefante o una foca; mientras disfrutan a la par de la música que atraviesa todas las generaciones. Se escucha todo desde Carlitos Balá hasta Panam.
Uno de los próximos proyectos a cumplir para esta pareja es la instalación de los "helicópteros voladores". Este juego les pertenencia y estuvo mucho tiempo en la plaza pero, por diferentes hechos de vandalismo, decidieron sacarlo. Ahora, a pedido del público, esperan poder volver a ocupar el lugar que le corresponde.
La calesita no sólo forma parte del paisaje del Glew sino también tiene un significado muy importante para esta familia browniana.
*Héctor y Elena junto a su nieta Nicole, de 11 años.
Es que tanto los hijos como los nietos del matrimonio crecieron allí y colaboran constantemente para que siga funcionando. "Significa casi todo, es parte de nuestra vida. Es un hogar para nosotros", concluyeron.
Por: Julieta Doti.