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AÑO 11 - EDICIÓN Nº 1915
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miércoles 8 de julio de 2020

Una vecina de Burzaco fundó ocho bibliotecas en distintas cárceles


Se trata de la reconocida periodista Ana Sicilia. Sueña con llenar de obras literarias todos los pabellones del país. “Un libro puede tener un impacto tan fuerte como el de una bala, pero da vida”, expresó a De Brown. Conocé su historia.


Cuando Ana Sicilia tenía cinco años empezaron sus primeros pasos en el mundo de la lectura. Se detenía a leer cada cartel con el que se cruzaba y, con el tiempo, uno de sus grandes sueños se convirtió en tener una biblioteca en su humilde casa de Burzaco.
Sin embargo, durante su infancia y adolescencia sólo pudo hacerse propietaria de dos obras que hasta hoy atesora y recorre sus páginas una y otra vez. Una de ellas fue “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” de Pablo Neruda, un regalo de su padre. La otra fue “El Principito”, un presente que un médico le otorgó luego de que fue operada.
Actualmente, la joven es licenciada en Comunicación Social, recibida de la Universidad Nacional de Quilmes, y si hay algo que le sobra en su departamento son novelas y cuentos. Es que dedica su tiempo libre a enseñarles sobre aquel mundo apasionante a quienes están privados de su libertad.
“Apunto a que el libro les de la posibilidad de pensar que no todo está mal, que puedan encontrar algo distinto a lo que vivieron, que quizás solo fueron armas y salir a robar. Llevarle esta otra opción es mostrarles que no está todo perdido”, explicó Ana en diálogo con www.deBrown.com.ar.
 

¿Cómo empezó?

Fue en 2017 cuando la browniana fue invitada por Julián Maradeo a participar de un taller literario que se desarrollaba en la Unidad Penitenciaria N°9 de La Plata. A raíz de esto, escribió un artículo contando su experiencia.
“Noté que había como un huequito en la pared, similar a una biblioteca, con cuatro libros con humedad. En la crónica conté eso, pero como algo meramente descriptivo. Julián se la hizo leer a los chicos y se ve que tomaron nota y al segundo encuentro que fui ya estaban todos los libros sin humedad, había un par más y estaban acomodados”, relató.
A raíz de esto, les propuso a los internos sumar más obras literarias a aquella repisa y ellos aceptaron. Así fue que, a través de las redes sociales, solicitó que quienes pudieran se sumaran a esta causa donando algún texto. La respuesta fue descomunal: recibió más de 300 ejemplares.
 

Evolución

Pero aquella acción sería solo el principio. La noticia se corrió “de pabellón en pabellón”-como dice Ana- y desde las propias cárceles empezaron a solicitar que se amplíe la iniciativa a todos. Fue así como la browniana dio origen a siete bibliotecas más, cada una con su particularidad y con los textos que eligió de las donaciones.
En el caso del penal de González Catán, fueron los mismos presidiarios quienes fabricaron el mueble y a otra- realizada en el sector de máxima seguridad- le agregaron rueditas. A la de la Unidad N°41 de Campana, la bautizaron con el nombre de la periodista. Mientras que en la Unidad N°8 de Los Hornos, Sicilia le regaló una obra especialmente seleccionada a cada interna. “Fue como una biblioteca disruptiva porque bajé el libro a cada celda”, señaló.

Una de las experiencias que le causó más impacto fue la de la Unidad N°40 de Lomas de Zamora. Fue la primera vez que visitó una cárcel de mujeres. Como allí ya había ejemplares, decidió probar algo diferente y solicitar textos de autoras feministas. Desde Claudia Piñeiro hasta Julieta Venegas, sumaron su granito de arena. Llevó así 100 relatos.
“Era el pabellón revoltoso, el que tenía problemas. Entonces era romper con esa lógica de que siempre le dan cosas a los de mejor comportamiento porque, en un punto, era este pabellón el que pedía a gritos nuestra ayuda”, resaltó.

La huella de un texto

Ana considera que una obra puede tener un “impacto tan fuerte como el de una bala, pero da vida”. Sin embargo, fue en medio de uno de los talleres que brinda en las cárceles cuando comenzó a percibir lo que estaba sembrando: lo vio en el progreso de Jonathan.

“Contó que en primer grado le robó la billetera a la señorita, desde ahí lo echaron y nunca se reinsertó nuevamente en el sistema escolar. Esa cosa perversa también del sistema educativo que en vez de contenerte, te expulsa”, relató.

Y agregó: “Le costaba muchísimo leer a él. Era como alguien de seis años que está recién aprendiendo y siempre prefería que lo salteemos. Fueron pasando los meses y de pronto te leía un párrafo, una hoja y un día vino y me dijo que se había leído un libro. Esas cosas son un montón”.
 

Plan de vida

Pese a las críticas que recibe por su acción solidaria, la browniana hace oídos sordos y continúa con este proyecto que nació de forma espontánea. Está convencida de que los textos son el motor de cambio y sueña con llenar de obras todos los pabellones del país.
“Ahora miro para atrás y pienso qué locura. Yo no tenía libros, no tenía biblioteca y hoy me encuentro armándolas y tengo una a mi nombre en una cárcel. Siento que la vida me fue llevando a esto porque no había otra forma de que no sea así”, concluyó.

Por: Julieta Doti

 

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