Con las altas temperaturas, el organismo pierde componentes esenciales para su óptimo funcionamiento. Enteráte de los síntomas que presenta este fenómeno y cómo evitarlo.
El golpe de calor es la consecuencia más frecuente en verano cuando nos exponemos al sol de manera prolongada. Como resultado, aumenta considerablemente la temperatura del cuerpo y se pierden agua y sales esenciales que contribuyen al buen funcionamiento del organismo.
Se trata de un fenómeno que se puede detectar de forma muy fácil debido a que provoca síntomas físicos rápidamente identificables. Además, afecta a la población más vulnerable. Los grupos de riesgo son las embarazadas, los bebés, niños pequeños, los adultos mayores de 65 años y las personas con enfermedades crónicas.
Los indicios pueden ser leves o más notorios. Además de la temperatura del cuerpo, los primeros signos pueden tener que ver con padecer una sed intensa y sequedad en la boca. Incluso, la sudoración excesiva y la sensación de calor sofocante son usuales.
Otra consecuencia es la resequedad de la piel; sentir agotamiento, cansancio o debilidad; sufrir mareos, vértigo y hasta desmayos. A su vez, el paciente puede tener dolor de estomago y cabeza, náuseas y vómitos.
Y también tener un estado de confusión, desorientación, delirio y, en casos más extremos, sufrir convulsiones o coma.
Al detectarlo, es importante actuar rápidamente. Lo primero que se recomienda es bajar la temperatura del cuerpo con agua helada o hielo. Y para su prevención, los especialistas alientan a: