La Asociación Civil Ciudades Sin Bullying reveló que el 39,5% de los chicos sufre acoso escolar por parte de sus pares. Por esto, se recomienda a las familias estar atentas y dialogar con los menores para advertir señales. Cuando el hostigamiento es frecuente, acarrea consecuencias a largo plazo.
En el marco de un panorama preocupante, el núcleo familiar, los docentes y la comunidad ocupan un rol trascendental de contención para que los jóvenes pidan ayuda en el caso de sufrir bullying. Es un mal cada vez más extendido en la sociedad.
Según datos de la UNESCO, cuatro de cada diez estudiantes secundarios admite haber padecido acoso escolar. El 18 por ciento de ellos manifestaron padecer burlas de manera habitual. El problema se acrecienta cuando demoran en contar lo que les está ocurriendo.
Entre las razones por las cuales deciden ocultar este tipo de provocación se encuentran: el miedo, la vergüenza, e incluso la amenaza que ejercer hacia ellos los agresores. Por lo tanto, los padres deben estar atentos a determinadas conductas que puedan reflejar.
Desde la Asociación Civil Ciudades Sin Bullying, indicaron que “la mirada del adulto que no sólo acompaña sino que interviene es fundamental para cortar la dinámica del acoso y poner fin a esta problemática”.
La entidad sugiere a los progenitores fortalecer el vínculo con los educadores responsables de sus hijos para notificarlos de lo ocurrido y trabajar juntos para lograr una solución.
El bullying es cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico producido entre chicos escolares de forma reiterada a lo largo de un tiempo determinado en diversos ámbitos, incluso en las redes sociales.
El flagelo de la violencia escolar se hace visible en una serie de actitudes:
Números preocupantes
Un reciente relevamiento de la Asociación Civil Ciudades Sin Bullying, en la Argentina 1 de cada 4 estudiantes, de entre 13 y 16 años, sufrieron acoso escolar. El ciclo lectivo del año pasado, reflejó un promedio de 100 denuncias mensuales a nivel nacional.
Mientras que en la Provincia, un relevamiento de la misma entidad, efectuado en 2014 a 1668 jóvenes de escuelas secundarias, reveló que el 39,5 por ciento padeció este tipo de agresiones al menos una vez en su vida.
Burlarse de un compañero, aislarlo, ponerle un sobrenombre humillante, son prácticas cotidianas en las aulas pero que si no son eliminadas a tiempo pueden traumatizar a los pequeños y perjudicarlos en su vida adulta.
En consecuencia, la prevención tanto en el hogar como en los establecimientos, será esencial para poner freno a estas conductas que atentan contra la sana convivencia.