Especialistas confirman un aumento en las consultas y operaciones de este tipo, a partir de las primeras olas de calor. Sin embargo, advierten que muchas de ellas no son necesarias sino que están vinculadas a problemas de autoestima y ansiedad.
Anualmente crece la cantidad de personas que deciden someterse a tratamientos estéticos invasivos con el fin de sentirse mejor. Muchas de ellas no lo logran, debido a que intervienen variables psicológicas.
En general, quienes deciden asumir esta experiencia apuntan a lograr una mayor satisfacción y verse bien, pero alteran su aspecto físico sin tener en cuenta las consecuencias que genera una intervención quirúrgica, tanto para su salud física como emocional.
Estudios recientes reflejan un incremento del 50 por ciento en los requerimientos de cirugía debido a la cercanía con las vacaciones. En este contexto, hay que diferenciar los casos de aquellos que las precisan por un problema de salud, como por ejemplo quienes se realizaron un bypass gástrico y necesitan borrar las secuelas de la enfermedad; y aquellos sólo lo hacen para seguir parámetros de belleza o tienen una imagen corporal distorsionada.
“No hay que demonizar las intervenciones estéticas. Pero, una cuestión es querer verse mejor y otra ocultar una personalidad adictiva. También, hay que tener en cuenta qué rol cumple la presión social en la decisión”, informó ante www.deBrown.com.ar la psicóloga María Cristina Castillo (MN 25.380).
Sobre ese punto detalló que muchas personas deciden seguir estereotipos, basados en tener cierta medida y peso. “Una persona adictiva lo será a cualquier costa, incluso presentan una fijación con determinada parte de su cuerpo”, agregó.
“A medida que los individuos crecen van cambiando naturalmente, muchos deciden negar el paso del tiempo o los kilos demás. Si presentan una insistente necesidad de verse diferentes es porque algo no está funcionando bien”, aclaró.
Con respecto a las peticiones, las mujeres requieren mayoritariamente la colocación de implantes mamarios, liposucciones -en especial de cadera, panza y de los temidos “flotadores”- y aplicaciones de bótox. Los hombres priorizan las extracciones lipídicas para eliminar grasas localizadas, aplicación de láser para borrar arrugas y la rinoplastia.
“En algunas profesiones se les exige a las personas que se mantengan eternamente jóvenes, pero determinadas marcas del tiempo no se pueden borrar. Por seguir un mandato, muchas se operan para alcanzar lo que les pide la sociedad de consumo, por ejemplo ser lindo y flaco”, puntualizó Castillo.
A su vez, planteó que esta es una problemática que corresponde a gente de determinado poder adquisitivo. Lo cual, a su entender, “plantea una desigualdad de base”. De igual modo, hay que diferenciarlas de las que se hacen con un objetivo reparador y que benefician el lazo social.
En este punto, remarcó que los buenos profesionales piden una consulta psicológica o psiquiátrica previa. “Esto es relevante porque la construcción del cuerpo es una subjetividad y se deben evaluar varios factores antes de tomar una determinación de este tipo”, añadió.
A causa de esto, se deberán definir si las metas a conseguir son realistas, si se desea quitar imperfecciones o lograr más confianza en sí mismo y si asumir los riesgos traerá o no beneficios a largo plazo.
Escenario
Según la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética, Argentina ocupa el noveno lugar del ranking mundial, con casi 300 mil procedimientos estéticos anuales. Tan sólo en el 2013, se concretaron 287.823 procedimientos. El aumento en el volumen mamario es el más solicitado.
Para la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica (Sacper), el país se destaca por el excelente nivel de los profesionales y el bajo costo relativo en comparación no sólo con el Primer Mundo sino con países vecinos.