Por: Carlos Raimundi*. Un camino en la interpretación de los últimos acontecimientos ocurridos en distintos puntos del país, podría ser el tratar de respondernos algunos interrogantes: ¿Cuál es el clima general del país? ¿Es un clima de zozobra generalizada, de hastío colectivo, de fin de ciclo? Y la respuesta es, definitivamente, no. La relación entre la inmensa mayoría de la sociedad, y de los sectores populares particularmente, con los supermercados, es demostrativa de cómo se han mantenido, a pesar de las dificultades de contexto, los niveles de consumo popular.
Un elemental deber de honestidad intelectual nos lleva a reconocer la subsistencia de algunos bolsones de pobreza irresuelta. Pero, con la misma honestidad intelectual, no siempre practicada, todos deberían reconocer una clara tendencia a la inclusión social, por vía de un modelo que prioriza el empleo y la plena actividad del mercado interno. Cualquier análisis de buena fe, provenga de donde proviniere, no debería ignorar que no se trata de pobreza donde antes había riqueza, sino de nichos aún vigentes, preocupantes, pero como correlato de una situación de pobreza estructural que, hasta no hace mucho tiempo, abarcaba a más de la mitad de nuestra población.
Un segundo planteo nos lleva a interrogarnos sobre el trato que dieron a los hechos los medios hegemónicos. Y, en este sentido, no cabe duda de que “la cadena del desánimo” intentó claramente reflejar un clima, que, a juzgar por las imágenes, zócalos y titulares, se presenta como perfectamente comparable al clima del 19 y 20 de diciembre de 2001. Si tomáramos el concepto de Giovanni Sartori del “Homo Videns”, según el cual la imagen crea la realidad, hoy la Argentina estaría atravesando el umbral de la disolución social, como hace once años. La gran diferencia, es que, en aquel momento, las imágenes reflejaban la realidad generalizada en las calles, y hoy, las imágenes intentaban construir esa realidad, con el objeto de generalizar la violencia y desestabilizar al gobierno de mayor contenido social, nacional y popular del último medio siglo.
Al comprobar que entre los familiares, las amigas y los amigos, los barrios, las organizaciones sociales, las cooperativas de trabajo, los talleres, las aulas, no existe ese pretendido clima de zozobra, queda demostrado que lo que acaba de ocurrir no obedece a tensión social alguna, sino a una clara y estructurada intencionalidad política con objetivos nítidamente antidemocráticos. Un nivel de organización política minoritaria, pero poderosa, a la cual, a falta de liderazgo unificado, proyecto político e inserción social, sólo le queda el camino de la desestabilización.
Respecto de autorías e inspiradores, confiamos en que las fundadas sospechas expresadas por el gobierno nacional se apoyan en datos concretos de la realidad, y deberán ser esclarecidas jurídica y públicamente, así como acompañadas de las condenas correspondientes. La liviandad de la reacción de quienes, cínicamente, manifestaron nada menos que el último 19 de diciembre, anticipando acciones violentas y presuntas guerras nucleares, demuestran la relación, como mínimo dialéctica, entre dichos anuncios y los hechos desencadenados.
La calidad del reclamo tributario de ese puñado de personas en la Plaza, el último 19, comparada con la masiva presencia popular condenada a la pobreza y el hambre de un 19 de diciembre, once años atrás, es lo que demuestra por sí misma el cambio de época. Por eso, es inadmisible y debe ser categóricamente denunciado, que por el hecho de no haber vistos satisfecha su apetencia de espacios en las listas oficiales, un dirigente como Hugo Moyano se lance con tanta inescrupulosidad a la oposición, aliándose –paradójicamente- con la cadena de medios que lo estigmatizó durante años.
La fecha elegida tiene, además, como efecto complementario, el de teñir de alarmismo y temor el clima de alegría que debería acompañar a las fiestas de fin de año, así como enturbiar el balance propio de estas épocas del año, que nosotros, pese a las dificultades, consideramos altamente positivo.
No debemos olvidar la importancia simbólica del 7 de diciembre. No pensando en el mero almanaque, sino como emblema de la aplicación igualitaria de la ley. En medio de un proceso que denuncia y desbarata colosales negocios económicos de tipo monopólico del conglomerado mediático más grande de habla hispana, y también su pérdida de credibilidad en la enunciación. Lo que está en juego es gigantesco, pues, en términos de intereses. Y lleva, a sus protagonistas, a no poner límites a su reacción frente a la decisión política, democrática y respaldada mayoritariamente. De allí que tratan de amontonar en un pandemónium indescifrable a sectores tan diversos como aquellos que, a cargo del gobierno bajaron salarios con quienes reclaman por el poder adquisitivo, aquellos de raíz trotskista con la Sociedad Rural, o a militantes con un pasado social con comunicadores que expresaron históricamente los intereses de la oligarquía.
Por último, cabe resaltar una vez más la decisión del gobierno nacional de recuperar la normalidad sin que mediara orden represiva alguna, y su reafirmación de que, aún con lo violenta e indeseable que fue, el maltrato y la destrucción de bienes materiales nunca deben resultar una prioridad si para su defensa se corriera el riesgo de causar una lesión a las personas. Los heridos y las muertes, que, una vez más, debemos lamentar, no guardan relación con directiva alguna que se haya impartido desde las fuerzas que responden a la administración federal.
Como lo demuestra en su voluntad de aplicar democráticamente la Ley de Servicios Audiovisuales, el impulso a la acción de los Fiscales en los juicios de lesa humanidad bajo el pleno respeto de las garantías procesales, en la recuperación de nuestra Fragata retenida en Ghana, o en la apelación al deplorable fallo del juez Griesa, por citar sólo algunos ejemplos, el gobierno que preside Cristina Fernández de Kirchner ha decidido el camino de la política y las instituciones para dirimir los lógicos conflictos de intereses de toda Democracia. En línea con ello, y además de las políticas sociales que se vienen aplicando y deberán profundizarse, los militantes del campo nacional, popular y democrático, unidos, organizados y solidarios, debemos sostener nuestra adhesión al modelo vigente en términos políticos, ideológicos, de militancia social y de ocupación de todos los espacios de debate.
* Diputado Nacional por la provincia de Buenos Aires (Nuevo Encuentro).