Comparten el ranking con chinos y brasileños. Se trata de una afección que aqueja a millones de personas alrededor del mundo; y a más del 40 por ciento de la población en el país. Especialistas aseguran que su uso constante puede desmejorar la calidad de vida del usuario.
Pese a que la tecnología mejoró significativamente la cotidianidad del ser humano, estar en contacto continuo con uno o varios dispositivos en simultáneo puede generar efectos secundarios sobre la salud. Y Argentina no se encuentra exenta de su influencia: es uno de los países con mayores niveles de adicción.
Nuestro país se encuentra en el tercer lugar del ranking mundial, de acuerdo a un estudio de la consultora internacional GfK. Lo anteceden China y Brasil. Los datos resultan del análisis de 22 mil personas de 17 países.
La cifra es preocupante teniendo en cuenta que la densidad poblacional del país es mucho menor a la que se registra en los otros dos integrantes del podio. En Argentina, más del 40 por ciento de los encuestados respondieron que sí les “cuesta cortar con la tecnología”.
Además, los más jóvenes fueron quienes admitieron haber generado un grado de dependencia. El 44 por ciento de los adolescentes de entre 15 y 19; y quienes tienen entre 20 y 29 reconocieron esta dificultad. En contraposición, los japoneses, holandeses y alemanes, afirmaron que pueden discontinuar su uso sin problemas.
Se trata de una afección que no distingue género ni status social. La adicción en mujeres (45%) superó a la de los varones (36%); y en personas con ingresos altos (43%) fue más elevada que en los estratos más vulnerables (30%).
Whatsapp, Facebook, Instagram, Twitter, Tinder, Snapchat; aplicaciones para realizar reservas en restaurantes, para chequear el tránsito, el tiempo o cuentas bancarias; las hay para todos los gustos y necesidades y son utilizadas en todo momento.
Especialistas advierten que el límite entre el uso normal y la adicción es difuso; y que su desarrollo se encuentra en aumento. En casos extremos, puede provocar en el usuario efectos secundarios graves como pérdida del manejo de voluntad, de la noción del tiempo y severos trastornos de ansiedad.
Su incidencia se refleja en el álmbito laboral, ya que nueve de cada diez empleados utiliza Whatsapp para trabajar diariamente, lo que puede alterar la concentración y la efectividad. Los adictos corren el riesgo de sufrir trastornos del sueño, depresión y hasta la pérdida de sus vínculos sociales y afectos.