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domingo 1 de mayo de 2022

La Espiga de Oro, la panadería que abrió hace casi un siglo y traspasa generaciones


Se ubica en Longchamps y permanece en el mismo local desde 1923. “Pensaba hacer otra cosa en la vida, pero decidí seguir acá y creo que me jubilaré”, aseguró su actual propietario a De Brown.

El Día del Trabajador se celebra este domingo, 1 de mayo. Es una buena oportunidad para acercarnos a la historia de uno de los negocios emblema de Longchamps. Se trata de la panadería "La Espiga de Oro", un comercio generacional que aún conserva intacta la tradición de sus orígenes.  

 

¿Cómo nació?

Un 31 de agosto de 1923, hace casi cien años. Fue de la mano de José Benito Ramírez, de profesión banquero. “Después siguieron mis abuelos, mis padres; mi hermana y yo. Ahora estoy a cargo con mi esposa. Mi mamá lo hizo hasta el 2011, una semana antes de morir”, recordó Pedro Alfonso García, en diálogo con www.deBrown.com.ar .

La Espiga de Oro siempre estuvo en el mismo sitio: Rivadavia al 1447. Esto hizo que su arraigo sea mucho mayor en el barrio. “Esta es una panadería con vivienda. Mis abuelos vivieron acá, mis padres y ahora yo. También eso es de generación en generación”, confió.

En los primeros tiempos, la elaboración de sus productos era íntegramente manual. Actualmente, más allá del acceso a las máquinas y la tecnología, se siguen destacando por la calidad de su oferta artesanal y la cocción a leña.

“Un amasijo en aquella época lo hacían ocho o diez personas. Ahora son tres para la misma cantidad de harina. El pan se cortaba, abollaba y armaba a mano. Ya es impensado hacerlo de esta forma”, admitió.

Con el paso de los años, la panadería aún conserva dos máquinas originales: la amasadora y la sobadora. “Siguen andando, es increíble. Cada tanto llevan una reparación o revisión, pero funcionan pese a la cantidad de usos que tienen”, sostuvo.

 

Clientes también con historia

Pedro reconoció en este punto que muchas de las personas que van al comercio guardan recuerdos de su familia y anécdotas de todos los tiempos. "Nos cuentan que venían a comprar con su mamá y ahora lo hacen con sus hijos o nietos”, aseguró el browniano de 54 años.

Y agregó: “Además, muchos me pregunta por mi mamá. Cuando les cuento que falleció es un choque enorme porque ellos la vieron siempre en la caja. A veces me cuesta creer todo esto, pero los años pasan y las generaciones siguen siendo clientes”.

De oficio, panadero

El vecino de Longchamps admitió que si bien soñaba con terminar las carreras de Administración de Empresas o Ingeniería Eléctrica, decidió seguir la tradición familiar.

“De chico, siempre ayudé en la panadería hasta que aprendí. Si bien estudiaba, en los ratos libres había que colaborar. Yo me crie con este oficio, vi hacerlo toda la vida. No hay nada nuevo para mí”, aseguró.

En este sentido, Pedro, quién también es padre de una hija de 18 años, expresó sentirse orgulloso de mantener el legado. “Pensaba hacer otra cosa en la vida, pero decidí seguir acá y creo que me jubilaré. Elegí ser panadero”, concluyó.

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