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AÑO 11 - EDICIÓN Nº 1940
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sábado 17 de septiembre de 2022

Vive desde niño en el Cottolengo y hace ocho años es profesor de plástica


Se trata de Marcelo Robles, de 47 años. “Mis alumnos no me discriminan. Yo trabajo para lograr su respeto”, admitió a De Brown.

Marcelo Robles vive desde su infancia en el Pequeño Cottolengo de Don Orione y es orgullosamente profesor. Su historia de vida no fue nada fácil. Tuvo que sortear prejuicios y discriminación. Pese a todo, logró salir adelante, terminar sus estudios y ejercer. Hace ocho años, va por las aulas inspirando a sus alumnos y apostando siempre a una educación sin barreras.

 

¿Cómo fue su vida?

Al nacer fue diagnosticado con Poliomielitis, una enfermedad viral que puede afectar los nervios y llevar a la parálisis total o parcial. Desde sus primeros años, vivió en un hogar. Luego, cuando tenía seis, fue trasladado a la entidad de Claypole, donde aún reside.

“Cuando llegué se me hacía muy grande este lugar, era todo inmenso. Estuve en el hogar Devoto. Tuve la suerte de tener una madrina que se llamaba Neli. Ella me sacó adelante siempre. Me ayudó a estudiar, a mejorar mi salud, a independizarme y no quedarme quieto en una silla”, contó el docente de 47 años en diálogo con www.deBrown.com.ar.

A lo largo de su infancia, Marcelo debió superar múltiples operaciones y rehabilitaciones para mejorar su calidad de vida. Hoy, gracias a los tratamientos, puede caminar y trasladarse utilizando bastones.

Hace más de 40 años que vivo en el Cottolengo. Acá es mi casa, acá está mi familia. En este lugar desde siempre me brindaron un techo, comida y puedo hacer actividades. Estoy bien”, señaló.

 

Ser docente

Cuando terminó la secundaria, el browniano comenzó a pensar el rumbo que quería tomar. Desde el Cottolengo y la propia Neli, lo animaron a ser profesor de plástica. Es que siempre fue amante del arte. Le gustaba dibujar, pintar y conocer nuevas técnicas.

“Fue así que me anoté en un instituto de Quilmes y lo terminé. Mientras estudiaba tuve buenas experiencias, a veces se me presentaron barreras que pude superar. Gracias a Dios hay gente que me dio una mano para avanzar”, reconoció a este medio.

Para Marcelo, obtener el título no sólo significó sumergirse en el ámbito laboral sino también lograr independencia. “De a poco fui tomando horas y ganando experiencias. Hoy tengo dos titularidades y en otro curso voy por ese mismo camino. Estoy en las primarias N° 41 y 75 del barrio Don Orione y la N°53 de Burzaco”, contó.

Y agregó: “Mis alumnos no me discriminan. Yo trabajo para lograr su respeto. A veces es raro tener un profesor que camine con bastones, lo entiendo. Siempre me preguntan que me pasó”.

Desde que comenzó a ejercer, el profesor recorrió diferentes instituciones y se topó con muchas realidades. En este marco, admite que “aún se sigue sorprendiendo con sus grupos y aprendiendo mucho de ellos”. “Les pedís que hagan un dibujo y hacen obras de arte”, confesó.

Pura vocación

Su amor por la docencia fue creciendo con los años. Hoy ya no puede concebirse en el futuro alejado de las aulas.

“Me gusta mucho enseñar y descubrir el potencial en los chicos. Me siento bien dando clases. A veces es cansador, pero nunca pensé en bajar los brazos. Siempre cruzo las barreras y sigo. Cada curso me da más ganas de seguir”, admitió Marcelo.

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