Como se la conoce mundialmente, “Pink tax”, supone que ciertos artículos se comercializan a un valor superior para las mujeres, en comparación con los hombres. Algunos llegan a costar hasta un 50 por ciento más caros. Advierten que este “impuesto inconsciente” implica una forma de discriminación.
Como consecuencia de esta nueva modalidad, el precio de determinados productos, en especial de cosmética, higiene, limpieza, medicamentos y perfumería, aumenta respecto a su versión masculina. Sumado a esto, los salarios siguen siendo dispares entre ambos géneros.
Una investigación realizada por la Universidad de California comprobó que el sobreprecio en la mercadería del público femenino se popularizó en todo el mundo. Demostró que, por ejemplo, en Estados Unidos las mujeres deben invertir hasta 1.351 dólares más al año que los hombres para adquirir lo mismo.
La “Tasa rosa” se caracteriza por una diferencia de importes en los mismos productos en su versión femenina y masculina. Desde algunas organizaciones no gubernamentales, plantean que este escenario se traduce en una forma de “discriminación económica basada en el género”, comprobable también en nuestro país.
Por citar algunos ejemplos, en comercios del Gran Buenos Aires un analgésico como el ibuprofeno sale 11,36 pesos más si se vende en una caja rosa, las pastillas frutales de “Princesas” valen 3,75 pesos más que las de Cars o El Hombre Araña. Mientras que el valor de un desodorante antitranspirante invisible de 50 mililitros es 3,25 pesos más alto si es para mujeres.
"Hay muchos productos que porque su 'packaging' es femenino es mucho más costoso. Me pasa hasta cuando compro pañuelitos descartables", advirtió Sofía (32) de Longchamps.
"Hace algunos años compré un celular que se fabricaba en color rosa, pero como todo, siempre era más caro que otros colores. Son cosas con las que vivimos cotidianamente, pero que no reparamos en ellas y son discriminatorias porque te obligan a pagar más por algo que cuesta lo mismo producir. Muchos aseguran que es porque después les queda un stock sin vender, pero si lo producen, quiere decir que hay mercado de consumo", explicó Catalina (36) de Mármol.
Por otro lado, las mujeres también deben afrontar otros gastos referidos a usos sociales como el consumo de maquillaje o los servicios de peluquería. La existencia de esta tasa remite a la imposición de un modelo que exige a las mujeres comportarse acorde a determinados cánones. Y, nos habla de la inequidad de género.
"De entrada ya las chicas gastamos más que los hombres porque consumimos muchos más productos de perfumería que ellos, por ejemplo cremas faciales y para el cuerpo, tinturas, depilación, toallitas o tampones para esos días, etc. Y si a eso le sumamos que todo cuesta unos pesos más que el producto para ellos, es una desigualdad que hay que corregir", remarcó Elena (28), vecina de Burzaco.
Mientras que Laura (49) de Adrogué señaló que "el gasto mensual de una mujer al mes, no se compara al del hombre". "Las chicas desde adolescentes, empiezan a utilizar productos para cuidados de la piel, del pelo y de las uñas. Si bien se hace más claro en cuestiones de higiene personal y belleza, la disparidad se ve hasta en artículos de librería", advirtió.
Brecha económica
Con el paso de los años, las mujeres fueron ganando terreno en diferentes ámbitos, que exceden los límites del seno familiar. Sin descuidar su hogar, asumen nuevos roles y compiten con la población masculina. Sin embargo, su situación sigue caracterizándose por la desigualdad.
Un informe del 2015 de las Naciones Unidas revela que ellas perciben salarios un 24 por ciento más inferiores que los de los hombres por hacer el mismo trabajo. Al mismo tiempo, su participación en puestos directivos es también menor.
Con respecto a América Latina la investigación advierte que la ocupación de vacantes en los cargos más altos, a favor de las mujeres, representa tan sólo un 18 por ciento. En Argentina, la posibilidad de acceder a una posición de liderazgo se reduce para el 68 por ciento si tienen un hijo menor de 5 años.