Ocurrió en el barrio de Malvinas Argentinas. La víctima todavía no pudo ser identificada debido a la gravedad de las heridas sufridas, pero fuentes policiales confirmaron que "se trata de un hombre de entre 45 y 50 años, que fue sorprendido por los animales cuando ingresó al local". Los dueños del comercio afirmaron que los intentos de asalto son frecuentes, incluso cuando el negocio está abierto.
Un hombre murió como consecuencia de las heridas que le provocaron cuatro ovejeros alemanes. Estos lo atacaron cuando ingresó a robar al corralón “El Pimpollo”, ubicado en Marcos Sastre y Capitán Moyano, en el barrio de Malvinas Argentinas de la localidad de Adrogué.
Ocurrió en la madrugada del lunes, según confirmaron desde la comisaría primera. De acuerdo a las primeras pericias, la víctima saltó el alambrado para ingresar al predio y robar, pero al cruzarlo se vio sorprendido por los perros, que lo atacaron de inmediato.
En declaraciones policiales, el dueño del lugar, Juan di Girolano –cuya casa se encuentra al lado del comercio-, manifestó haber escuchado ladridos y ruidos, pero al asomarse por la ventana para ver si pasaba algo extraño no advirtió nada fuera de lo común; por la mañana, otro vecino fue el que llamó a la Policía al ver tirado el cuerpo sin vida y los perros dando vueltas a su alrededor.
Debido a la gravedad de las heridas y el estado en el que quedó, los restos aún no pudieron ser identificados y yacen en la Morgue de Lomas Zamora, donde esperan ser reconocidos; pese a ello, los investigadores aseguraron que tenía entre 45 y 50 años, y que se trataba de un hombre.
Por ahora, la hipótesis que se maneja es la de un intento de robo, aunque la Justicia trabaja para esclarecer qué fue exactamente lo que sucedió, y quién es el fallecido. “Aparentemente, saltó un tejido y entró al lugar con la idea de robar. Pero se encontró con cuatro ovejeros alemanes que lo atacaron y lo hirieron fatalmente”, sintetizaron fuentes policiales.
Di Girolano negó que sus animales estuvieran entrenados para matar y relató que no era el primer intento de robo que sufrían: “Se mete gente cada dos por tres. Incluso cuando estamos atendiendo tenemos que mantener el ingreso cerrado para que no entre ningún ladrón. Son nuestros perros, los criamos acá”, argumentó.