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AÑO 11 - EDICIÓN Nº 1914
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jueves 20 de agosto de 2020

Es de Glew, fue víctima de una red de robos de bebés y busca a su hija


Se trata de Zulema Ozón. Durante 40 años creyó que su niña había nacido muerta. Durante el aislamiento, descubrió que había más casos como el suyo y comenzó a investigar. La historia.


El 24 de noviembre de 1979, Zulema Ozón, de 19 años, llegó junto a su pareja y suegra a la clínica Wilde de Avellaneda. Iba aferrada a una “tarjetita” de recomendación que le había dado su madre. Aquel pedazo de papel, que podría resultar insignificante para muchos, sería el hilo conductor que le permitiría descubrir que fue víctima de una red sistemática de robos y venta de bebés que operaba en el conurbano bonaerense.
 

¿Qué pasó?

La joven llegó con trabajo de parto y todos los miedos de una mamá primeriza. Su bebé nació rápido. Llegó al mundo a las 22.55 en medio de un llanto intenso que aún resuena en el corazón de la vecina de Glew.
“Nos dijeron que había que trasladarla porque estaba muy grave y pesaba muy poquito. En una ambulancia se la llevaron a un sanatorio de Avellaneda. Ellos me decían que no tenían posibilidades de vida y que en ese lugar no tenían los recursos. Nosotros accedimos. Estaba recién parida y mi pareja se quedó conmigo”, expresó Zulema, en diálogo con www.deBrown.com.ar.

Al día siguiente, los médicos le informaron que su hija había fallecido. En ese instante, su mundo se derrumbó. En un escenario de desolación y tristeza, su suegra se dirigió horas más tarde a la clínica donde fue atendida la niña y solicitó reconocer el cuerpo. Sin embargo, la mujer advirtió que el cadáver que le presentaron era más grande que el de un bebé prematuro. “Ella me repitió esto cada año hasta que murió”, admitió.
 

En medio del dolor

Ya con el alta, Zulema junto a su pareja debieron asistir al Registro Civil para completar documentación de su hija. “Vi que la partida de nacimiento decía Laura Ozón. Pregunté quién le puso ese nombre porque ella no se llamaba así. La mujer que nos atendió nos dijo 'nadie la va a llamar, está muerta'”, relató aún conmovida.
Ante esta irregularidad, exigió que se modificará ese error. “Le quería poner Sonsoles y mi marido Natalia. Le dije me daba igual el nombre, pero que le pusiera el apellido del padre. Estaba muy nerviosa, entonces mi pareja me dijo que me quedara tranquila, que era un ángel. Fue ahí cuando pensamos en ponerle Ángeles y después optamos por Angélica, como nuestras abuelas”, detalló.
Desde ese momento, el acta de nacimiento y defunción quedaron olvidadas en una de las habitaciones de la casa de la pareja. Recién las volvieron a ver cuatro años más tarde y en un escenario diferente. Zulema tenía 23 años, su pareja 34 y habían sido nuevamente papás, pero de un varón de nombre Sebastián.
Como es habitual en aquellas personas que son enterradas, años más tarde les solicitaron a los familiares que vayan a retirar el cajón para que los restos sean cremados. “Mi bebé tenía cinco meses y no tenía con quién dejarlo, entonces fue mi marido con una urna. Cuando llegó al lugar, el sepulturero le preguntó para qué traía esa urna porque al ser un recién nacido no iba a encontrar nada. Cuando abrieron la tumba había huesos, el cráneo, la cadera. El hombre le dijo: 'No sé dónde está tu hija, pero esta no es'. Ahí empezó el calvario”, aseguró la vecina de Glew.
“Después descubrí que en la partida de nacimiento decía que la nena tenía tres días de edad y a mí me habían dicho que había vivido una hora y media”, señaló.
 

Un vínculo clave

Cuarenta años después, Zulema logró descifrar la historia detrás de la supuesta muerte de su hija. Relacionó el vínculo amistoso de su madre con la partera Juana Franicevich. Ella era la encargada la clínica donde dio a su luz a la pequeña, aunque en ese momento se encontraba de viaje en Estados Unidos.
“Hablando con una tía, que tienen 92 años, me dice 'no te diste cuenta que esa mujer, tu mamá y el policía tenían que ver'. La verdad que no lo sabía”, sostuvo la browniana.
Un dato clave es que aquella niña fue fruto de una relación que Zulema tenía con una persona separada y once años mayor. Esto era mal visto para la sociedad de la época y mucho más para su familia. “No había divorcio en esos años, no me podía casar. Era la nena de familia bien que se había ido a vivir con un hombre mayor. Mi mamá siempre estuvo en contra, me pidió que abortara y dejamos de vernos por muchos años”, contó.
 

Continuar pese a todo

A pesar de haber formado una familia y seguir con su vida, nunca dejó de pensar qué pasó en aquella sala de parto. “Es un rompecabezas con muchas piezas sueltas, parte de ellas son mentiras y otras están desaparecidas. Vendieron a nuestros hijos como mercadería”, aseguró a este medio.
Zulema estuvo alejada más de 30 años de su madre. Sin embargo, pese a todo el mal, decidió llevarla a su casa y cuidarla en el último tiempo de vida. Falleció en 2016, se encontraba muy enferma y además había sido diagnosticada con demencia senil.
“Me decía todos los días: 'Busca a tu hija porque está viva'. Nunca lo tomé en serio, pensé que era producto de su estado. Ella jamás me nombró a la doctora y yo jamás hice una relación. Es que esta mujer estaba en Estados Unidos cuando la tuve. Pero, al enterarme que era una red con un montón de médicos, entendí”, agregó.
 

Una esperanza

Hace pocos días, Zulema se realizó una prueba de ADN junto a otra mujer que había sido adoptada. Fue con la intención de que ambas muestras puedan cotejar si había algún parentesco. Es que historias de las dos guardan ciertas similitudes como fechas, lugares, y contactos.
“Ella me escribió porque se ve parecida a mí. Cuando le mandé la foto de ella a mi hijo me dice 'son mis ojos'. Fue impactante. Estoy a la espera del resultado que tarda 60 días”, admitió.
 

Un grupo de búsqueda

En pleno aislamiento social, veinte personas de diferentes puntos de la Región y la Ciudad de Buenos Aires se encontraron casualmente en las redes sociales y se unieron. Todos comparten historias muy similares, un mismo modus operandi y los une un nombre: Juana Elena Arias de Franicevich.
La clínica más conocida como “Doña Elena” estaba ubicada en Mariano Moreno 6180, esquina Las Flores, centro de Wilde. Operó desde los años '60 hasta fines del '70. El lugar era dirigido por aquella partera y también participaban los doctores Jorge Antonio Bergés –perteneciente a la policía bonaerense- y Alberto Felipe Vavassori.
“Una de las versiones que tenemos es que nuestras madres de crianza se tuvieron que internar allí para salir simulando que habían parido. Ellos nos obtenían y nos llevaban con el certificado de nacimiento, luego nos inscribían en el registro civil como hijos naturales”, contó Claudia Parodi, quien también busca a su mamá.
Y agregó: “A la mayoría de nuestros padres les dijeron lo mismo, que nuestras mamás eran chicas, que habían quedado embarazadas o habían venido del interior y no nos podían tener, por eso nos entregaban”.
Hoy, la maternidad se encuentra cerrada y Franicevich falleció sin ser juzgada en vida. En este escenario clandestino, el grupo busca recabar información acerca del funcionamiento de esta clínica sobre todo para ayudar a quienes fueron víctimas de esta partera y sus cómplices.
 

La historia de Claudia

Tiene 46 años y cree haber nacido el 19 de julio de 1974. Es hija única y aunque siempre tuvo la sensación que era adoptada, no pudo confirmarlo hasta después de la muerte de sus padres.
“En ese momento comienzo a investigar y comparo mi partida y certificado de nacimiento con la de mi marido, vemos todo normal. Pero a él se le ocurre googlear el nombre de la partera que figuraba. Ahí me enteró quién era. Fue un balde de agua fría”, detalló.

Tras el impacto de la noticia, se comunicó con la Conadi. Allí contó su historia y se acercó al lugar para llevar adelante una entrevista. “En realidad no lo tendrían que haber hecho porque no estaba encuadrada dentro de la búsqueda de hijos de desaparecidos. Igualmente, me tomaron los datos y una muestra de sangre porque estaba involucrada esta señora. Mi ADN finalmente no coincidía con quienes estaban en el banco genético”, aseguró.
 

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