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AÑO 12 - EDICIÓN Nº 2501
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miércoles 5 de noviembre de 2025

Lo encontró revolviendo basura, lo sacó de la calle y le dio un hogar: “Hoy somos padre e hijo”


Sucedió en Longchamps. Se trata de Alejandro y Danilo. Sus vidas se cruzaron en plena pandemia y hoy son inseparables. Conocé su historia.

Cuando un encuentro inesperado cambia todo. Todo ocurrió en el 2020, en plena cuarentena de Covid. Alejandro Cardona, un joven en ese momento de 23 años, salió a correr, pero no fue como todos los días. Se topó con un niño revolviendo la basura, con una vida atravesada por la violencia y la desatención. A partir de allí, y sin buscarlo, comenzó a gestarse un vínculo que les cambió la vida.

 

Una historia de segundas oportunidades

En un contexto donde reinaba la incertidumbre por un virus poco conocido y donde el miedo al contagio era el único tema, el vecino de Longchamps salió a entrenar para para despejarse. Practicaba boxeo desde hacía años y la actividad física era parte de su rutina.

Al acercarse a un basurero, vio a un nene de unos 9 años, revolviendo entre bolsas y restos. "Papi, vení, vos tenés que estar en tu casa, hay un virus que está matando gente", le dijo. La respuesta del chico fue tan cruda como real: "Estoy laburando, compa. No me jodas".

Esa frase representó el primer capítulo de una historia que iba a comenzar a escribirse. Alejandro siguió corriendo, pero con esas palabras resonando, volvió y lo buscó otra vez. Le ofreció algo de comer y también le preguntó si quería aprender a boxear.

"Vino a mi casa, practicamos un poco en la bolsa y le gustó mucho porque se quería quedar. Le dije que vaya y que podía venir mañana. Al otro día a las 7 de la mañana estaba afuera gritando 'vamos a practicar, vamos a entrenar'. Así, vino todos los días, no faltó uno solo. Le fui agarrando cariño”, contó en dialogó con www.deBrown.com.ar

Durante tres meses, mientras la cuarentena se extendía, Danilo –apodado como “Choclo”-, no sólo entrenaba, sino que fue abriéndose y contándole su historia. “Sus hermanos se drogaban y robaban, su padre estaba atrapado también en las adicciones y su madre lo había abandonado. Era bastante fuerte escuchar todo eso y ver cómo él se reía de la vida, o sea, era un niño y seguía sonriendo”, expresó.

Lo desconocido

Mientras su relación crecía, todo ese escenario, despertó en Alejandro incertidumbre y temor de “meterse en problemas” ya que solo tenía 23 años. "Tenía miedo, pero no podía dejarlo afuera cuando no tenía adónde ir. Era bastante independiente, juntaba metales, vendía el cobre. A veces hasta sentía vergüenza cuando lo invitaba a comer algo. Me decía 'yo me pago la Manaos'”, aseguró.

Todo hizo que se volvieran inseparables. Uno le daba técnica, disciplina, y un hogar. El otro, sin saberlo, le enseñaba una versión más cruda del mundo y de la resiliencia.

Hablé en su momento con el papá biológico y le dije que conmigo iba a tener una mejor vida. Aceptó, firmamos todo con abogados. Hoy, nuestra relación es de padre e hijo, convivimos. Tiene 14 años, va a la escuela todos los días, entrena boxeo y va a particular porque se escolarizó a los 11 años. Antes estaba todo el día en la calle. Él estaba buscando eso, un rescate, alguien que lo aleje de ese entorno”, explicó.

 

Conflicto

Tras la viralización de la historia, Alejandro recibió amenazas del progenitor del adolescente. “Hace poco, tuvimos un conflicto. Me empezó a insultar porque decía que yo ganaba dinero con la historia de Danilo, me trataba de aprovechador”, contó.

Y finalizó: “Con las redes no ganamos dinero, por ahí recibimos alguna invitación o un saludo de algún famoso. Eso para nosotros es un montón porque somos pibes de barrio, humildes”.

 

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